Reflexiones de un cronopio

Ilustración de un personaje con un sombrero de mago escribiendo y sentado frente a una biblioteca

Coloquios al son de Uber

Dentro de los pocos lujos que me permito está el de ir a trabajar casi siempre en transporte privado, Uber por lo general. Solo la ida, que tampoco somos millonarios. Porque puedo salir con el tiempo justo. Porque evito a toda costa el subte por sus medidas solo aptas para pitufos, donde muchas veces me tatué algún pasamanos, cartel o marco de puerta en la frente. Porque los bondis me dejan lejos, o estoy obligado a combinarlos para caminar menos con los tiempos que eso implica. Y porque se me canta.

Aunque lejos estoy de ser un kamikaze, ahora opto por viajar en moto; no solo porque es más barato, sino porque viajo más rápido y los puedo interceptar mejor que a los autos que estacionan donde pueden y luego cuesta encontrarlos. A veces bajo duro como una estuatita, como decía el peque cuando era muy peque, porque van como bala y algunas motos también son para enanos de cortas piernas, que no sería mi caso, que me las veo negras para lograr sujetarme de algún lado y no salir eyectado en alguna aceleración. Pero hasta ahora he sobrevivido, aparte de aprovechar para ponerle un poco de picante a la vida.

He experimentado más de una cosa que podría resultar graciosa, pero eso lo dejo para otra. Porque la conversa del último viaje con el pibe al manubrio a los gritos por el ruido del tránsito y los cascos incrustados en los marotes no fue de lo más alentadora, y aparte de agotarme y frustrarme, me obliga a pensar, y a necesitar vomitar ciertas cuestioncillas que me quedan rondando por ahí a la espera de ser evacuadas de alguna manera.

No soy un evangelizador del positivismo respecto a la discapacidad, pero mucho menos un tremendista. Si solo estas 2 opciones tengo, sin duda voy por la primera. Y es casi inevitable que una charla casual con un “socio conductor” ronde por la temática que más suele llamar la atención en mí, aparte de la estatura. El bastón tamaño garrocha, o lo que este simboliza. Los enfoques suelen ser, o una exorbitada ponderación de mis cualidades en la destreza por utilizar un dispositivo móvil y por desplazarme con cierta independencia y soltura al encarar el vehículo para treparme a él alcanzando casi el rango de súper héroe. O el otro extremo. El tremendismo casi absoluto, Como el de ese alguien que alguna vez me dijo que si se quedara ciega se pegaría un tiro.

Con lo primero es más sencillo porque es solo cuestión de bajarle un poco a la expectativa, incluso a veces demostrando empíricamente algunos defectillos del asunto. Como con aquel muchacho que fue adulándome todo el viaje por lo bien que me manejaba, para luego ser testigo de cómo al bajar de la moto y subir a la vereda fallaron mis súper poderes, los cuales no me avisaron de esa maldita moto mal estacionada que me llevé puesta y casi tiro a la mierda, y que me obligó a realizar un paso de baile un poco ridículo para no caer en alguna posición deshonrosa.

Con la otra postura suele suceder que la charla me lleva a expresarme sin exageraciones ni grandilocuencias sobre una vida tranquila y feliz con mi familia, trabajo, proyectos, sueños, frustraciones, ganas de vivir. Que si bien la discapacidad no fue una elección y preferiría no tenerla si pudiese decidirlo, nadie espera las mierdas del camino y sin embargo no pueden evitarse, o no siempre al menos. Y que todo radica en la decisión de si quedarse estancado llorando por el estropicio, o sacudirse un poco y continuar el camino puteando un poco y con el tufo a cuestas, pero para adelante siempre porque la vida no son 2 cositas. La vida es tan inmensa como el universo mismo.

Algunos se toman el trabajo de darle vueltas a esto, y hasta cambian un poco el enfoque. Como aquel que después de escucharme se largó a contarme su vida bajo un listado enorme de desgracias a lo familia Ingalls, reflexionando que al final me terminaría envidiando. Pero otros solo se quedan con una cosa. Uno es una persona incompleta y tan solo recuperando ese rasgo físico defectuoso puede alcanzar la felicidad. Suele coincidir con el pensamiento de la esperanza en fábulas religiosas y prodigios de algún Dios bondadoso. O los esperanzados en tecnologías inalcanzables aún que obren la magia. Y ningún argumento, o demostración de una vida sin la espera de ese milagro logra hacer mella en esa idea fija.

Insisten en que o bien tengamos fe en ese ente omnipotente que pulula por ahí creador y gestor del todo absoluto para el cual ese milagrito es tan solo un mero trámite, o que esperemos el seguro avance tecnológico que nos saque de esa vida tan llena de nada. Porque no es posible vivir sin ver. Porque no se debe salir a la calle sin compañía. Porque es una infamia ser padre si no se puede cuidar de un hijo, lo que supuestamente no se puede siendo ciego, y otras lindeces que mejor ni nombrar. En rigor no me han dicho cosas tan jodidas por suerte, porque no creo haber tenido la templanza de no reaccionar al menos verbalmente. Pero conozco personas que sí han sido víctimas de estos comentarios detestables.

Estas charlas me resultan deprimentes y me generan un conjunto de estados que van desde la frustración, el enojo, hasta llegar al peor de los sentimientos. La puta resignación. Sé que no debería afectarme. Que es al pedo intentar que entre alguna bala en una armadura mental. Pero no puedo evitar que me bajonee un poco. Que me deje pensando en que no importa lo que uno sea o intente ser, sino que uno será lo que el otro cree que uno es. Y me enferma. Es como una eterna lucha contra el hermetismo de pensamiento.

Pero solo basta con atisbar un poquito a los lados para encontrar más peleas similares que pugnan por algo similar. Romper con pensamientos retrógrados y ridículos. Y que como siempre, requieren de algunas puteadas aliviadoras para continuar. Intentar armarse de paciencia y gastar pólvora solo con quien quiera y se permita escuchar. Y con los otros, no gastar salud. Ya lo harán quienes tengan mucha más energía que la que yo tengo a esta altura. Y luego de supurar un poco seguir con la buena vibra de creer que de a poco, la cosa va cambiando. Quizá no a la velocidad que uno querría, pero cambiando de alguna manera, y eso es bueno querido padawan de Uber.

#reflexiones #discapacidad