Reflexiones de un cronopio

Ilustración de un personaje con un sombrero de mago escribiendo y sentado frente a una biblioteca

Mi verdad de la milanesa

No hace falta hacer estudios en prestigiosas universidades para afirmar que somos chusmas por naturaleza. Que nos puede más el adorno que la muchas veces incípida verdad, aún cuando uno termina siendo víctima de una mentira que opaca lo real, a lo cual envuelve con un manto desagradable del que es difícil desprenderse.

Se transfiere como un fotón de luz en el espacio, a veces con propiedades expansivas según la hipérbole del transmisor sin que importe a quién se incendia. Acentuado en comunidades comprimidas como en pueblos o barrios alejados de la alienación de la urbe, entornos familiares, sectores minoritarios de la sociedad. Como cuando me llegó desde un lugar inesperado que un amigo le pegaba a su esposa, según la perspicacia de su prima que lo dedujo vaya a saber por qué, siendo que no era cierto de ninguna manera.

Pero a veces la fortuna o la poca adhesión al relato hace que tan solo quede rebotando por ahí, entre aquellos que solo tienen eso como elemento de diversión y que no van a cambiar su forma de pensar y de actuar diga lo que se diga. Por lo que solo queda contar nuestro lado de la historia para quien lo quiera escuchar y sacar sus propias conclusiones. Esto no es un intento de justificación, porque a naides debo tal cosa. Tan solo es un relato evacuatorio.

Un buen día se presentó a una de las audiciones de la banda sinfónica un muchacho que conocía de otros tiempos y otras circunstancias, en las que esta persona, lejos de comportarse cordialmente con quien escribe aún conociendo mi reciente incorporación a las clases de música y la discapacidad visual, decidió junto a su amigo también bastante gilastrún reírse un poco a mi costa.

Como soy un pelito rencoroso y esquivo con las relaciones sociales con personajes que se autoperciben ombligos del mundo, añadí a estos seres en mi lista de gente que no me simpatiza y olvidé el tema durante largos años, hasta escuchar su nombre mucho tiempo después y más adelante aún en estas audiciones. Por lo que aquellos que dicen o creen que me cae mal, están en lo cierto.

Sin embargo, para aquellos que me conocen, saben el respeto que tengo por mi trabajo, ancla alrededor de la cual se fue construyendo mi vida. Y entre esas obligaciones inherentes al cargo extramusical está la de tener la inmensa responsabilidad de juzgar la idoneidad de las personas que se presentan para contratos o cargos estables en este elenco, y no es tarea fácil. Es pocas veces reconfortante, y muchas estresante y compleja.

En lo particular no pretendo hacer de mi trabajo una fuente de amigos, sino que la amistad que tengo con algunos compañeros surgió por coincidencias en pensamientos, respeto en los desacuerdos y una relación que se extendió más allá de lo meramente laboral. Pero que, sin embargo, a la hora de realizar nuestra labor no hay parentescos ni amistades que valgan.

¿Y a qué voy con esto último? A que si tengo que juzgar a un amigo o a quien me desagrada da igual, porque lo que realmente me importa es si va a cumplir con su trabajo de la mejor manera, por el bien de la fila y el resto de compañeros. No hace falta que nos llevemos bien en lo personal si musicalmente la cosa funciona. Lo que refuta la idea de que uno toma las decisiones en función de lo emocional. De hecho, prefiero mil veces tener de compañero a quien la rompa musicalmente por más que me desagrade como persona, que tener un amigo que sea un lastre para mi fila.

Jonny se presentó con su instrumento acompañado por una guitarra eléctrica, algo totalmente inusual en audiciones de un elenco sinfónico. Tocó una canción de jazz, algo también inusual, lo que demostraba el poco nivel de compromiso con una instancia como esta. Se lo notaba muy pagado de si mismo aunque su técnica era defectuosa y su calidad de sonido estaba muy lejos de lo requerido para tocar en una familia de instrumentos que deben empastar en su conjunto para que funcione correctamente en la maquinaria orquestal.

Por estas razones ambos solistas de la fila a la cual se postulaba Jonny no aprobamos su incorporación, pero cuestiones políticas de esos tiempos hicieron que en una votación general se optara por la conveniencia de su contratación temporal a prueba. Básicamente nos lo encajaron, sin embargo más allá de la frustración por esta actitud nos lo tomamos con seriedad y nos hicimos cargo de la situación para darle su oportunidad.

Para ello me comuniqué días después en mi rol de jefe de fila, brindándole la oportunidad de trabajar sobre los problemas técnicos evidentes. recomendándole para ello que tome clases particulares, cambie el material de su set up para que le fuese más fácil lograr el sonido y consiga el empaste sonoro con el resto de instrumentos, acostumbrándose a los requerimientos del tipo de música que se suele interpretar en el orgánico. El susodicho estuvo de acuerdo y dio a entender que aceptaba la sugerencia pero sin embargo no concretó ninguna de las premisas.

Comenzaron los ensayos, nos quedamos algunas veces para tocar en fila y brindarle algunas recomendaciones, pero decidió que su rol era más bien el de tutor y no el de aspirante. Pretendía darle indicaciones a su compañero de instrumento el cual contaba con algunas décadas de experiencia a cuestas, y quien se había ofrecido amablemente a orientar al nuevo con algunos errores de este con el solfeo e interpretación de algunos pasajes de una obra que conocía muy bien.

Pasaron los meses y nada cambió en su forma de tocar. Prefería aplicar el toque doble F: Fuerte y Feo, a tomar la responsabilidad de prepararse y adecuarse a lo imprescindible en cualquier orquesta. Eso sí, su actitud cambió drásticamente. Se volvió un tipo confianzudo y fuera de lugar que contaba con su segura continuidad y se tomaba atribuciones un poco desubicadas en los ensayos y conciertos y sin avanzar un ápice en el dominio de la técnica del instrumento.

Llegaron las audiciones otra vez, donde se evalúa fundamentalmente el progreso real y el esperado, y su actitud frente a la responsabilidad de su rol en la familia de instrumentos en la que participa. Y su desempeño fue bastante malo, equivocándose y dudando en pasajes musicales que ya debería ejecutar de taquito después de un buen tiempo de ensayos. Eso, sumado a su falta de responsabilidad frente a las premisas y su actitud, decidió su inmediato destino. No lo decidí yo solamente, sino que fuimos hablando con su compañero inmediato y mi colega solista. Los tres coincidimos sin brecha en que no era conveniente su continuidad.

Se le dijo que las puertas no estaban cerradas siempre y cuando decidiera hacer lo necesario para cumplir correctamente con lo esperado, y que esto no era una decisión a la ligera ni personal, sino meramente lógica a instancias del contraste con las otras 2 personas en su situación. Volvió algún tiempo después, pero no hay mucho que decir al respecto. Su desempeño fue aún inferior a su última audición, lo que reafirmaba la decisión tomada con la cual coincidieron los otros integrantes de esta mesa evaluatoria, incluyendo a los que en su momento intentaron defender la continuidad de su contrato con presiones gremiales.

Pero a pesar de lo relatado, aún hay algún adepto al puterío que prefiere decir que no está porque yo simplemente no lo quiero. Pero no es así, y si bien ese chusmerío me afectó bastante en su momento por sentir que era falso e injusto conmigo siendo que había sido una decisión difícil y ejecutada con responsabilidad por más de una persona, ahora tan solo es una molestia menor que habrá que tomar como de quien viene, y aún me reafirma más en la historia que aquí cuento.

Su ego mató su responsabilidad. Pero quizá no esté todo perdido. Aún puede hacer lo que tiene que hacer para demostrar que, más allá de ser músico, es alguien capaz de ser respetuoso con la labor artística y el rol que le corresponde. El trabajo profesional requiere de músicos que a parte de tener instinto artístico también sean responsables con el trabajo, de lo contrario esa aptitud no le aporta nada al engranaje, todo lo contrario.

Por lo que la respuesta a la pregunta ¿Quién mató a Jonny? es más que evidente: él y su irresponsablidad, quienes sellaron su propio destino en este trabajo.

#historias